Lectura por Voz
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Duelo
El duelo es por lo general, la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente (la patria, la libertad o el ideal). Es también notable, según Freud, que jamás se nos ocurra considerar el duelo como un estado patológico y someter al sujeto a un tratamiento medico, aunque se trata de un estado que impone considerables desviaciones de la conducta normal. Sin embargo, se confía en que en algún momento desaparecerá por sí solo y juzgaremos inadecuado e incluso perjudicial perturbarlo.
El duelo intenso, reacción a la perdida de un ser amado, integra el mismo doloroso estado de ánimo, que en la melancolía, como la cesación del interés por el mundo exterior –en cuanto no recuerda a la persona fallecida-, la perdida de la capacidad de elegir un nuevo objeto amoroso –lo que equivaldría a sustituir al desaparecido- y al apartamiento de toda actividad no conectada con la memoria del ser querido. Esta inhibición, y restricción del yo, es la expresión de su entrega total al duelo que no deja nada para otros propósitos e intereses. Siendo que si este estado, no pareciese patológico, es porque se puede explicar perfectamente.
La labor que el duelo lleva a cabo, se señala por el examen de la realidad, la cual, habría mostrado que el objeto amado ya no existe, por lo que demanda que la libido abandone todas sus ligaduras con el mismo. Contra la anterior demanda, surge una oposición naturalísima, pues el hombre, no es capaz de abandonar a propio gusto una posición de libido, aun cuando incluso, se haya encontrado una sustitución. La oposición señalada, puede ser tan intensa que surjan el apartamiento de la realidad y la conservación del objeto por medio de una psicosis desiderativa alucinatoria.
Sin embargo, lo normal, es que el respeto por la realidad obtenga la victoria. Aun así, el mandato no será llevado a cabo inmediatamente, y solo es realizado de un modo paulatino, con gran gasto de tiempo y de energía de carga, continuando mientras tanto, la existencia psíquica del objeto perdido. De esta manera, cada uno de los recuerdos y esperanzas que constituyen un punto de enlace de la libido con el objeto, es sucesivamente despertado y sobrecargado, realizándose en él, la sustracción de la libido.
A pesar de la anterior, no es fácil indicar, en términos de economía, por qué la transacción que supone esta lenta y paulatina realización del mandato de la realidad ha de ser tan dolorosa; y tampoco el por qué deja de ser singular que el doloroso displacer que trae consigo, parezca natural y lógico. Al final de la labor de duelo, el yo vuelve a quedar libre y exento de toda inhibición.
De esta manera, la realidad impone a cada uno de los recuerdos y esperanzas, que constituyen puntos de enlace de la libido con el objeto, su veredicto de que dicho objeto no existe ya, y el yo, situado ante la interrogación de si quiere compartir tal destino, se decide, bajo la influencia de las satisfacciones narcisistas de la vida, a cortar su ligamen con el objeto abolido.
De esta manera, el duelo mueve al yo a renunciar al objeto, comunicándole su muerte y ofreciéndole como premio la vida, para decidirle; así disminuye los combates –como se vera- provocados por la ambivalencia, la fijación de la libido al objeto, desvalorizándolo, denigrándolo y por ultimo asesinándolo.
Por ultimo, el proceso puede llegar a su termino en el sistema Inconsciente, una vez apaciguada la cólera del yo o abandonado el objeto por considerarlo carente ya, de todo valor.