La Almohada del Padre es un cuento reflexivo, en el que la literatura nos permite explorar lo que pueden hacer nuestras palabras impulsivas, cuando no hemos aprendido a gestionar nuestras emociones adecuadamente.
La almohada del padre, como muchos otros cuentos, sirve como punto de partida para que podamos indagar en nosotros mismos y en la relación que tenemos con el mundo. En este texto podemos explorar el impacto de la mentira en la vida de una persona, y el daño que puede hacer en la vida de los demás. Normalmente la persona que falsea la realidad se está enfrentado a mecanismos inconscientes que pretenden distorsionar lo que es, o que le cuesta asumir aquello que siente de un modo honesto.
Sin embargo, queremos que saques tus propias conclusiones, entonces, sin más preámbulos te presentamos la reflexión: La almohada del padre.
La Almohada del Padre
Había una vez una mujer que se disgustaba con las cosas que le decía un viejo cura muy respetuoso de Dios.
Un día, las palabras de aquel sabio anciano, aunque eran verdad, le resultaron inaguantables. Ella se enfadó tanto que fue por todas partes contando mentiras y chismes maliciosos sobre él. Pero cuanto más hablaba, más se entristecía. Al final se sintió tremendamente desdichada y empezó a arrepentirse de todas las mentiras que había dicho. Por fin, con lágrimas en los ojos, acudió a la casa del cura para pedirle que la perdonara.
—He dicho muchísimas mentiras sobre usted —le dijo—. Le ruego me perdone.
El viejo padre tardó un buen rato en responder. Parecía estar profundamente sumido en sus pensamientos, orando.
Al fin dijo:
—Sí…, te voy a perdonar; pero antes tendrás que hacer algo por mí.
—¿Qué quiere que haga? —dijo un poco sorprendida.
—Sube conmigo al campanario y te lo explicaré —le respondió, mirándole fijamente a los ojos—. Pero antes iré a buscar una cosa a mi habitación.
Cuando el cura volvió de su cuarto traía bajo el brazo una gran almohada de plumas. La pobre mujer apenas podía ocultar su asombro y su creciente curiosidad. La mujer, nerviosísima, casi no podía contenerse de preguntar para qué era la almohada y para qué subían al campanario. No obstante, guardó silencio; y algo jadeantes los dos llegaron por fin al campanario de la iglesia.
El viento soplaba suavemente por las ventanas abiertas del campanario. Desde la torre se divisaba una gran extensión de campo, hasta más allá del pueblo. De pronto el cura, sin decir palabra, rasgó la almohada y tiró todas las plumas por la ventana.
El viento y las brisas se llevaron las plumas dejándolas caer por todas partes: en los tejados, en las calles, debajo de carrozas y autos, en las copas de los árboles, en los patios donde jugaban los niños, aun en la carretera y más allá, hasta perderse en la distancia.
El cura y la mujer se quedaron un rato viendo revolotear las plumas. Por fin el anciano cura se volvió hacia la mujer y dijo:
—Ahora quiero que vayas y recojas todas esas plumas.
—¿Recoger todas esas plumas? —dijo con voz entrecortada—. ¡Pero eso es imposible!
—Sí, lo sé —dijo el cura—. Esas plumas son como las mentiras que dijiste de mí. Lo que has empezado, ya no lo puedes parar, por mucho que te arrepientas. Tal vez logres decirles a algunas personas que lo que les contaste de mí era mentira, pero los vientos de las habladurías han desparramado tus mentiras por todas partes.
* Es fácil apagar un fósforo pero imposible extinguir el gran incendio forestal que ocasionaste.
En el Grupo Poïesis queremos que tengas la oportunidad de cuestionarte a ti mismo, y transformar todo aquello que se convierta en un obstáculo para tu propia vida.
Fecha de actualización: (22 Marzo 2023 KA)